“El futuro ya está aquí. Solo que está repartido de modo desigual”. Esta reflexión del escritor William Gibson citada al inicio del libro ‘Periodismo postindustrial: adaptación al presente’ revela, en gran medida, la situación a la que nos enfrentamos los periodistas en Perú: una realidad heterogénea que avanza a su propio ritmo incrustada en un escenario global que parece avanzar a empujones desde hace cinco años.
El periodismo ha experimentado cambios drásticos en todos sus niveles en la mayoría de países industrializados en los últimos tiempos. La democratización de la tecnología ha permitido que registrar y comunicar sucesos en tiempo real no sea una actividad privilegiada gracias a las redes sociales. La capacidad para producir y difundir información propia se ha proliferado al límite, permitiendo que cualquier persona pueda comunicar su punto de vista sobre su campo de acción, cada uno con distinto grado de relevancia y, por ende, publicidad.
Todos estos cambios son registrados continuamente por la academia periodística a nivel mundial y, algunos más pesimistamente que otros, alertan del cambio necesario en el modus operandi. La tecnología ha creado nuevos consumidores de noticias, con diferentes y nuevas capacidades, a los que los medios tradicionales (y aún poderosos) tendrán que readaptarse a todo nivel: financiación, recolección de información, producción, distribución y marketeo. Todo esto, claro está, en el menor tiempo posible –y, si alcanza el tiempo, antes que la competencia. Este escenario postindustrial se da a partir del señalado cambio de consumidor (vuelto en usuario) a través de su contacto y adaptación a las nuevas tecnologías; en otras palabras, por la adquisición de nuevas capacidades, por recibir nuevos súper poderes. En Perú, sin embargo, la capa roja de Superman aún no alcanza todos sus rincones, para beneficio de su (todavía existente) industria periodística.