El periodismo ha experimentado cambios drásticos en todos sus niveles en la mayoría de países industrializados en los últimos tiempos. La democratización de la tecnología ha permitido que registrar y comunicar sucesos en tiempo real no sea una actividad privilegiada gracias a las redes sociales. La capacidad para producir y difundir información propia se ha proliferado al límite, permitiendo que cualquier persona pueda comunicar su punto de vista sobre su campo de acción, cada uno con distinto grado de relevancia y, por ende, publicidad.
Todos estos cambios son registrados continuamente por la academia periodística a nivel mundial y, algunos más pesimistamente que otros, alertan del cambio necesario en el modus operandi. La tecnología ha creado nuevos consumidores de noticias, con diferentes y nuevas capacidades, a los que los medios tradicionales (y aún poderosos) tendrán que readaptarse a todo nivel: financiación, recolección de información, producción, distribución y marketeo. Todo esto, claro está, en el menor tiempo posible –y, si alcanza el tiempo, antes que la competencia. Este escenario postindustrial se da a partir del señalado cambio de consumidor (vuelto en usuario) a través de su contacto y adaptación a las nuevas tecnologías; en otras palabras, por la adquisición de nuevas capacidades, por recibir nuevos súper poderes. En Perú, sin embargo, la capa roja de Superman aún no alcanza todos sus rincones, para beneficio de su (todavía existente) industria periodística.
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¿Superman peruano? |
El heterogéneo periodismo marca Perú
Según un estudio realizado por la consultora internacional KPMG, realizado a solicitud de la Sociedad de Empresas Periodísticas del Perú (SEPP) y recogido en un informe publicado en El Comercio a inicios de 2013, el Perú se ubica como el país donde más periódicos se lee en toda la región latinoamericana, superando evidentemente a las apocalípticas cifras registradas en los Estados Unidos y Europa occidental.
En dicho informe, ubican como causa de la aparente paradoja a factores como el crecimiento económico del país en los últimos años, que contribuye al nacimiento de una nueva clase media ávida de publicaciones impresas; y a la correcta segmentación de audiencias por parte de la industria periodística. Irrefutables circunstancias, sin duda. Pero, ¿es así realmente como se dan estas premisas?
Desde otro punto de vista, el crecimiento del poder económico de los peruanos ha aumentado, sí, pero los diferentes movimientos sociales surgidos en los últimos años, como los antimineros, demuestran un descontento de parte de la población en diferentes lugares por la poca capacidad del Estado en la distribución de la riqueza. Estos movimientos manifiestan ideales políticos y económicos que no siempre representan una visión adecuada de la situación y, peor aún, a veces son traducidos en alternativas violentas. O sea, ya, hay gente con plata, pero todavía falta mucho como para celebrar o decir que estamos bien.
Por otro lado, la segmentación de las audiencias realizada por la prensa peruana se ha dado, principalmente, a través de la producción y emisión ediciones locales en diferentes zonas del país. La calidad del trabajo realizado por los periodistas, sin embargo, se ve mermado por el alto grado de delincuencia y, también, por la corrupción que ejercen instituciones estatales y privadas. Es decir, por ser buenos o malos, no se realiza el mejor trabajo y, por ende, no se elabora el mejor producto.
En el caso de Lima, departamento donde se concentra el consumo de prensa escrita según el estudio de KPMG, las taras que se dan al interior del país se repiten en diferente escala, logrando así un trabajo periodístico que, en diferentes circunstancias, ha demostrado dejar mucho qué desear. Ya sea por el trato de noticias en el marco político o la asimilación de cierto rol educativo para la sociedad en su labor, el periodismo en Perú ha demostrado no ser el mejor. Por eso, suponer su buena labor como causa del aumento de su consumo parece inexacto.
¿La última lección occidental?
Dos realidades distintas son las que, al igual que en épocas coloniales, se ven enfrentadas. Un hemisferio norte con la prensa escrita en crisis y una Latinoamérica cuyos consumidores empiezan recién a aparecer. Una visión positivista del asunto anunciaría para esta región un futuro similar al que los Estados Unidos y Europa enfrentan en este inicio de la segunda década del siglo XXI. ¿Es así realmente como se darán las cosas?
Si algo ha enseñado la historia es que la atribución de características de un escenario histórico a otro, por lo general, tiende a fallar y son, por otro lado, las soluciones creadas a la medida las que funcionan. A partir de esta idea, intentar adelantarnos a los acontecimientos que devendrán los siguientes años respecto a los avances tecnológicos en la industria periodística peruana y latina resulta, por lo menos, arriesgado. Sería afirmar que la revolución informática afectaría de la misma manera a los ciudadanos estadounidenses y europeos que a los peruanos y el resto de latinoamericanos. Y aunque seguramente habrá factores similares, las características principales no podrán ser exactamente las mismas.
A nivel periodístico, la región latinoamericana ha demostrado poseer ciertas actitudes, incluso en el entorno digital, que la destacan de otros contextos, como su trato respecto a los problemas particulares que enfrenta en cada lugar, como el narcotráfico, el crimen organizado e, incluso, el autoritarismo político. El Perú no es ajeno a estas circunstancias, claramente transversales en la labor periodística.
Este aspecto, sin embargo, no invalida las reflexiones y alternativas realizadas por los periodistas en otras partes del mundo. En el mejor de los casos, incluso, el funcionamiento de la sociedad será parecido al que narran y, en esta región del planeta, sabremos qué hacer aún con más precisión.
Se podrá ir flexibilizando la descrita rigidez de las instituciones periodísticas clásicas, tanto en sus procesos como en el ordenamiento jerárquico de su personal. Seguramente se intentará mantener el aura de Cuarto Poder de la que tanto se regocija la prensa todavía, sobre todo en Perú, y habrá que ver cómo esta evoluciona dentro del marco de la responsabilidad democrática, que debe ser inherente a la labor periodística.
Para ver todos estos probables cambios, empero, habrá que esperar a que el papel pase de moda. El rol del periódico como envoltorio de pescado aún no es omnipresente en un país como el Perú. Un país que, claramente, tiene el futuro repartido.
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