Desde hace ya bastante tiempo he estado buscando alguna excusa que me permita escribir algo sobre el fútbol. Un deporte que, aunque a nivel práctico paso por mucho la línea de la vergüenza –y lo digo sin la menor vergüenza–, ha despertado numerosas emociones que aún no me siento capaz de definir concretamente. Algo que resulta un tanto disparatado ya que, ¿qué más concreto que ver a un tipo sacarse a dos y anotar desde fuera del área?
En esta última semana han ocurrido dos hechos que le dan al fútbol esa necesaria cuota de realidad a la que, por momentos, no nos tiene acostumbrado. Curiosamente, hacen coincidir a un club y a un jugador que estuvieron relacionados en algún momento.
Messi en el partido ante el Arsenal. Fuente: El País
Uno de estos empezó a cocinarse el sábado por la tarde y terminó de dorarse el miércoles último: la “actuación” –pues son muchos los que aseguran se trata de una partitura seguida impecablemente– del catalán invencible, el FC Barcelona, que ya no es tan invencible. Es curioso que precisamente cuando se empezó a hablar del contrato del Pep Guardiola es que empieza el proceso de una caída que era tan inevitable como oportuna para cualquier otro hincha de un equipo que no sea el Culé.
El sábado pasado en la tarde se cumplió una de esas leyes eternas: un no tan fuerte demostrándole al imbatible que tanto débil como fuerte son etiquetas extremadamente fugases. El Sporting Gijón alcanzó a empatarle al Barza 1-1, con dos golazos –mejor para mí el del Gijón, por la circunstancia; el sombrero de Villa era más esperable.
La cereza la puso el último miércoles el Arsenal, equipo que venía de haber perdido 4-1 en su último encuentro con el club español, con una actuación para la historia de Messi ese día. Un año después, viéndose ahora las caras en octavos, fue el Arsenal, en casa, en el Emirates, que hizo continuar una de las pocas rachas negativas del Barza: no haber podido ganar nunca en suelo inglés. De no pasar los octavos este Barcelona de Guardiola, el Arsenal, aunque no se corone con la Champions, habrá logrado algo casi tan honorable: sacar de la competencia al mejor equipo del mundo.
Ronaldo anunciando su retiro. Fuente: EFE
Sobre un gol que marcó Ronaldo en el Barcelona, a tres meses de su llegada al club, el entrenador de ese entonces, Bobby Robson, dijo: “He visto a Pelé”. Ronaldo, más bien, sobre el mismo gol, no atinó a decir nada más que: "Cogí el balón en el centro del campo, fui hasta el área y marqué".
Ronaldo, el Fenómeno, el mejor 9 de la historia del fútbol, según muchos goleadores de esquina, se retiró entre lágrimas, con un discurso bastante sincero a pesar de ese sabor a excusa ineludible. La salud, por un lado, la vergonzosa derrota en la Libertadores, por el otro, una carrera más que admirable, en el pasado.
Mientras hablaba en la conferencia de prensa y decía que jugar al fútbol profesional no podía ya más estar en sus planes, no pude pensar en otra cosa que, cuando niño, jugaba con mi tío un uno a uno, con una pelota de esas que duelen, y siempre pedía ser Ronaldo, como si estuviéramos jugando alguna otra cosa, sin pensarlo, como un impulso inexplicable al triunfo. ¿Era que el decir “Ronaldo” incluía “Gol” en su imaginario en esos años finales de la década de los 90? Es probable que sí: Ronaldo fue un ícono de la genialidad para mí por esos años.
Fuente: www.axpsports.com
Ahora, a comienzos de la segunda década del siglo, solo quedará en el recuerdo, pues se trata ya de una leyenda, la magia de sus goles.
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